La era tecnológica requiere una revolución educativa

Sin duda que hoy es necesario un debate sobre la Universidad, sin disparates sobre adoctrinamientos (parecidos a los que escuchamos en otras épocas difíciles) en los que los gobiernos se quieren meter. Porque si algo caracteriza a las universidades nacionales. y en particular a la UBA, es la libertad de cátedra.

Masiva movilización en Mendoza de estudiantes y trabajadores que se sumaron a la marcha universitaria nacional. Foto: Marcelo Rolland / Los Andes
Masiva movilización en Mendoza de estudiantes y trabajadores que se sumaron a la marcha universitaria nacional. Foto: Marcelo Rolland / Los Andes

Se estima que en el año 1 de nuestra era la población del mundo ascendía a unos doscientos millones de habitantes; recién 1650 años después se duplicó llegando a 500 millones y ciento cincuenta años después en 1800 a los mil millones. En mil ochocientos años de incremento la población cuatro veces. Desde entonces hasta estos días el aumento de población es de ocho veces.

Más impresionante es lo sucedido con la producción mundial. Entre el año 1 y el 1800, ya iniciada la revolución industrial, no llega a duplicarse. En cambio, en estos poco más de doscientos años trascurridos lo ha hecho 38 veces. Esto es el resultado de la ilustración, la revolución industrial posibilitada por las ideas de la libertad que dieron lugar a la expansión de las fuerzas creadoras del hombre. También a la formación de Estados nacionales que concluyeron con el feudalismo, terminaron con las autocracias y promovieron y crearon instituciones para garantizar los derechos civiles y la ampliación de los derechos políticos y ampliaron las competencias del Estado al incluir la educación y la salud.

La Argentina tuvo un período de crecimiento y progreso gracias a la capacidad de los dirigentes del siglo XIX de percibir y entender lo que estaba sucediendo en el mundo. Una aptitud que pareciera haberse perdido en el siglo pasado y en lo que va del presente.

Sin irnos muy lejos en el tiempo, ni en la tontería de sostener que llevamos cien años de decadencia, al observar algunas cifras tomando el inicio del período democrático se comprende el hastío con la dirigencia tradicional. En 1983 la deuda externa, tan mentada en los discursos de campaña de ese año y los siguientes, equivalía al 42% del PBI argentino; en 2021 su monto era del 80% del PBI. Los activos externos de los argentinos eran en 1983 del 28 % del PBI; en 2021 se elevaban al 80 % del PBI. En 1983 el total de empleados públicos nacionales, provinciales y municipales, incluidas empresas públicas que fueron privatizadas en los noventa, era de un millón setecientos noventa y cinco mil. En 2021 ascendían a casi cuatro millones, crecimiento que se da en este siglo y en especial en las provincias y municipios. Agreguemos los tres millones de jubilados sin aportes que el Señor Massa agregó en su paso por Anses entre el 2003 y el 2005 y tenemos un cuadro de la crisis a la que podemos agregar regímenes impositivos discrecionales como los de Tierra del Fuego, que significan perder cuatro puntos del PBI de recaudación fiscal y que además gozan de una protección arancelaria extra que impide la competencia.

En esos primeros años de la recuperación democrática, los que proponían reformas liberales, como el que esto escribe, sostenían la necesidad de terminar con el Estado empresario a fin de recuperar fondos para funciones indelegables del Estado como justicia, defensa, seguridad, educación, salud pública, equipamiento del territorio, para que todos tengan más igualdad de oportunidades.

En la cadena nacional del lunes pasado se esperaba un discurso presidencial, pero vimos- junto a cuatro estatuas vivientes- a un secretario de finanzas, en vez de un presidente, que además nos tomó por tontos al dar cifras falsas sobre un superávit fiscal inexistente.

No hubo ninguna mención en su discurso, ni en la convocatoria al Pacto de Mayo, a las grandes reformas que debemos encarar para resolver los problemas estructurales del país entre los que se encuentra la calidad institucional y la educación.

En estos más de dos siglos del gran salto de la humanidad hacia una prosperidad inimaginable al inicio de este ciclo, podemos ver que donde imperó la libertad, la democracia, el derecho... el progreso fue mucho más elevado con relación a las autocracias. Recién hace tres o cuatro décadas que una autocracia como China experimenta un capitalismo no democrático que ha tenido éxito económico. No es el caso de la India, la mayor democracia del mundo que ahora logra tasas superiores a las de China y espera convertirse en pocos años en una superpotencia.

En este mundo que está pasando por otra revolución tecnológica científica de alcances extraordinarios, el rol de la educación terciaria y superior es clave.

Sin duda que hoy es necesario un debate sobre la Universidad, sin disparates sobre adoctrinamientos (parecidos a los que escuchamos en otras épocas difíciles) en los que los gobiernos se quieren meter. Porque si algo caracteriza a las universidades nacionales, y en particular a la UBA. es la libertad de cátedra. Tal vez eso moleste al presidente que pretende introducir su mescolanza ideológica que cada vez está más sospechada de autoritaria y cercana al neofascismo. Porque a ningún Liberal se le ocurriría concurrir a una asamblea de Vox, que son los nostálgicos del franquismo o desear el triunfo de Trump, ese corrupto aspirante a autócrata.

* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia y miembro del InstitutoArgentino de Historia Militar.

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