Lula y la alianza global contra el “extremismo”

Lula acentúa su giro al “progresismo” también en su campaña electoral con vista a la elección de medio mandato que tendrá lugar en octubre.

Fe y poder. Bolsonaro, su mujer Michelle y el pastor Josué, de la Iglesia Bautista Actitud. (Gentileza La Nación)
Fe y poder. Bolsonaro, su mujer Michelle y el pastor Josué, de la Iglesia Bautista Actitud. (Gentileza La Nación)

El 6 de marzo, con motivo de la visita del presidente español Pedro Sánchez a Brasil, Lula aprovechó la circunstancia para lanzar una iniciativa de acción internacional conjunta contra el extremismo. Evitó términos como derecha populista, extrema derecha o fascismo. Se centró en el extremismo y su amenaza tanto para la democracia como para las reformas sociales y el feminismo. Señaló también la exclusión como una amenaza creciente de dicho extremismo. Lo vinculó también a la toma de las tres sedes del poder en Brasil (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) que tuvo lugar en Brasilia el 8 de enero del año pasado, una semana después de la asunción de Lula, por parte de los seguidores de Bolsonaro. El hecho es investigado hoy como un intento de golpe de estado y el ex presidente es acusado de haberlo orquestado. Dos altos jefes militares en funciones al final del gobierno bolsonarista han declarado en contra del ex presidente, dando cuenta de que estaba al tanto del movimiento insurreccional y que el entonces presidente lo había avalado. En este contexto, Lula le propuso a Sánchez públicamente orquestar una acción de solidaridad internacional de las “fuerzas progresistas” para frenar el avance del extremismo (de extrema derecha) en el mundo, el que de acuerdo a él se estaría dando con los intentos de socavar la democracia, el lenguaje del odio y la manipulación de las redes sociales. Sin nombrarlos específicamente, se refirió a Trump, Bolsonaro y Milei. La idea del presidente brasileño, apoyada por su par español, fue convocar al presidente estadounidense Joe Biden a formar parte de esta coalición política internacional.

Lula acentúa su giro al “progresismo” también en su campaña electoral con vista a la elección de medio mandato que tendrá lugar en octubre. Si bien se tratan de comicios locales, muestran una creciente polarización ideológica. La entrada en la puja electoral de la esposa de Jair Bolsonaro, Michelle, quien parece prepararse como una candidata sustituta para la elección presidencial de 2027 en caso de que su marido no pueda presentarse por razones judiciales, acentúa esta polarización. Con motivo del Día de la Mujer que se conmemoró el 8 de marzo, su propuesta fue homenajear a las mujeres en su condición de “madres y esposas”. Ella es la líder de la rama femenina del Partido Liberal que responde al ex presidente. Suele presentarse en los templos evangélicos como una “obediente” sierva de “mi señor, mi maridazo Jair”, a quien elevó a la categoría casi celestial de “ángel ungido por Cristo para liderar a su rebaño (los brasileños)”. Todo este razonamiento fue expresado también en su discurso ante la masiva concentración de partidarios de Bolsonaro realizada en febrero en San Pablo. Considera que aborto y educación sexual están entre las mayores perversiones del “maligno y la izquierda”, que según Michelle “quieren adoctrinar a la sociedad”. Los primeros pasos de la mujer de Bolsonaro en pos de una eventual candidatura han sido exitosos, de acuerdo a los sondeos.

La legalización del aborto, cuestionada por los evangélicos y por Michelle Bolsonaro, es uno de los temas que está omitiendo Lula, a pesar de que ha sido una bandera defendida por el PT históricamente. La estrategia de Lula apunta a evitar un tema que desagrada a los electores evangélicos faltando menos de siete meses para las elecciones locales. Pero el derecho al aborto legal ha sido defendido por la actual primera dama Rosángela Janja da Silva, una socióloga con décadas de militancia en el PT, así como por el candidato de Lula a la alcaldía de San Pablo -la ciudad más poblada de Brasil-, por lo cual es posible que finalmente el tema entre en la campaña, como también lo harían la despenalización de las drogas, la reducción de la minoría de edad para la imputabilidad penal y la violencia policial contra los sectores populares.

Desde el final de la gestión de Rousseff, que tuvo lugar mediante juicio político, se dio una movilización creciente de los sectores conservadores, mostrando la iniciativa en varios asuntos de la agenda nacional. Fueron adquiriendo el control de las calles vistiendo la camiseta amarilla de la selección nacional y revirtiendo la hegemonía que había ejercido la izquierda en las mismas desde fines de los años setenta. En un discurso público, Lula, tras repasar la lucha de su partido por la democracia y los derechos de la mujer, realizó una evaluación del acto convocado por Bolsonaro, su esposa y el pastor Silas Malafaia, un evangelista sionista conectado con Washington (una posición que tiene puntos de contacto con la asumida en Argentina por Javier Milei). Lula sostuvo que “la protesta golpista fue grande” y “pone negro sobre blanco el poder de los enemigos de la democracia”. En el equipo de Lula prevén la realización de un acto de respuesta que quite el dominio de la calle de los partidarios de Bolsonaro, que debería ser tanto o más concurrido.

Una fecha podría ser el 1° de mayo, Día de los Trabajadores. Antes de ella, tendría lugar un acto organizado por los movimientos sociales el 31 de marzo, en repudio de los sesenta años del golpe contra el entonces presidente Joao Goulart.

* El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

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