Mendoza debe volver a pensarse - Por Carlos Salvador La Rosa

Mendoza debe volver a pensarse - Por Carlos Salvador La Rosa
Mendoza debe volver a pensarse - Por Carlos Salvador La Rosa

El problema de Mendoza no tiene un solo responsable; hay corresponsabilidades en sus autoridades, sus políticos, sus empresarios y hasta a nivel popular. Es que nadie parece tener en claro qué somos (porque lo hemos olvidado) ni qué queremos (porque no lo sabemos). Habrá que volver a pensar la propia identidad (la de cada sector y la general) y desde allí recurrir a la imaginación para proyectar una provincia a un futuro que logre superar la medianía presente.

El PJ debe quererse más

Quien más tiene que ocuparse de repensar su identidad es el justicialismo mendocino porque es el que más confundido parece estar, dividido entre sectores que tienen poco en común entre sí y sin la más mínima conducción que al menos ordene a esos diferentes tras un objetivo común.

El peronismo provincial alcanzó su plena identidad no tanto en el primer peronismo  de los años ‘40 (donde estuvo muy condicionado por el centralismo nacional) sino en los primeros años de la democracia de 1983 cuando supo sintetizar exitosamente la relación entre identidad provincial, doctrina peronista y renovación política. Con lo cual surgió un justicialismo con identidad propia que contribuyó a fortalecer la identidad histórica de Mendoza. Un peronismo que se referenciaba más en Civit, Lencinas y Evans que en Jauretche o Perón aunque tratara de integrar a los unos con los otros.

Con el tiempo ese mismo peronismo cometió dos grandes pecados históricos y políticos: primero se municipalizó y luego se nacionalizó, de un modo, en ambos casos, que perdió enteramente la perspectiva provincial. Y así fue transformándose en hilachas de sí mismo. Sin poder hacer surgir un nuevo peronismo, viviendo solamente de las glorias del viejo peronismo, pero sin ni siquiera asumirlas claramente. En vez de identificar al peronismo con Mendoza como hicieron antes, lo que quisieron primero es sustituir ese proyecto provincial por una liga de intendentes que en general sólo piensan en sus municipios. Y luego por una tontería superior: la de ubicar encima de todo el “proyecto nacional”, poniendo dócilmente los intereses mendocinos al servicio de los del gobierno nacional. Con ambas actitudes se fueron alejando cada vez más del pueblo mendocino.

Y ahora todos esos problemas es como que hubieran hecho eclosión y se muestran en la superficie con toda su grave magnitud. Aparte de haber hecho una muy mala elección gubernamental, las dos grandes votaciones del peronismo durante la gestión de Rodolfo Suárez son su clara expresión.

Con respecto al debate acerca de la minería y la ley 7722 votaron en contra de lo que les pedían sus propias bases. Mientras que en el actual debate sobre el endeudamiento provincial, están votando en contra de hacer obras para Mendoza, por más que lo justifiquen con una defensa de la austeridad presupuestaria que ni ellos mismos se creen.

Aclaremos que, al menos en esta nota, no estamos cuestionando si el voto en un caso o en otro es bueno o malo, lo que preocupa es la razón fundamental de los dos, la constante que los unifica: que ambos responden a pedidos del gobierno nacional, al cual solo le interesa el gobierno nacional o sea qué cosa le pueden sacar al gobierno radical de Mendoza a cambio del voto de los peronistas mendocinos, que se prestan a eso. En Buenos Aires, salvo que hagan sentir su fortaleza, les importa nada Mendoza e incluso les interesa nada el justicialismo mendocino que les aportó muy pocos votos nacionales.

Y conste que más que una crítica lo que estamos hablando se trata más bien de un deseo para que se recuperen electoral y políticamente porque Mendoza necesita alternativas. Y para eso la clave es que decidan por sí mismos, por lo que más les conviene para hacer política en Mendoza, en vez de responder según los requerimientos de otros a los cuales Mendoza les da igual.

Más quejas que propuestas

El radicalismo local también tiene problemas de identidad. La actual gobernación de Rodolfo Suárez es la continuación de un gobernador como Alfredo Cornejo que jamás dejó de hacer política en el sentido más tradicional del término. Y le dio resultado.

Cuando hacía las cosas bien, con la política las facturaba pero cuando no hacía las cosas o las hacía mal, con la política frenaba bastante la crítica.

Este gobierno no es igual, no tiene en sus genes ese absolutismo político, por lo cual deberá construir su propia identidad. Sin por ello creer que los técnicos capaces de hacer buenas gestiones pueden reemplazar en todo a la política de la gestión anterior.

Los técnicos son necesarios y hasta imprescindibles, pero no suficientes. Y no estamos haciendo una crítica sino advirtiendo que el sobreexceso de política que heredaron de la gestión anterior, es muy difícil compensarlo si no se actúa más enérgicamente, sin por ello continuar lo anterior en todo. Entre otras cosas porque los tiempos son diferentes y ahora no se necesita tanto un gobernador con talante de comisario general que ponga orden en el caos, sino un conciliador que equilibre y medie entre los conflictos que parecen ir in crescendo, como está pasando en la vitivinicultura. Un gobernador que se ocupe más de una sociedad bastante desorientada, que es el faltante de la gestión cornejista más centrado en luchar contra la colonización de la administración pública por las corporaciones.

Si bien hay que mantener un Estado ordenado, el problema central de hoy es definir, proyectar y concretar hacia donde debe crecer Mendoza. Y eso es cuestión de una sociedad activa a la que el Estado en todo caso debe estimular, no reemplazar.

Los  manifestantes en contra de la minería saben lo que no quieren pero no lo que quieren. Piden por el agua pero no parecen criticar demasiado lo tanto que se desaprovecha el agua en Mendoza.

La ruptura en la COVIAR no es tanto por una cuestión ideológica; tiene que ver más con un modelo que fue positivo durante un par de décadas pero que se agotó. Y con él quizá parte de sus dirigencias.

Y así en todo. Mendoza tiene más quejas que propuestas.

En síntesis, este gobierno deberá ver cómo hace para apoyar la construcción de representatividad social a fin de que la sociedad mendocina encuentre los referentes que le permitan volver a crecer.

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